sábado, 18 de febrero de 2012

                       EL PARALITICO


Era tal, la necesidad que la gente tenia de ser atendida, curada, sanarle los males pero tambien devolverla la dignidad de ser hijos de Dios, por eso muchas veces el Señor debia entrar en secreto, pero en cuanto se enteraban, ocurria lo mismo que en el Evangelio de este Domingo, la muchedumbre era tanta que obstaculizaban el ingreso a los demás.
Llegaron llevándole un paralítico transportado entre cuatro. Como no podían acercárselo a causa de la multitud, levantaron el techo del lugar donde él estaba abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.
Este grupo representa a toda la humanidad, inútil (paralítica) porque está lejos del verdadero Dios, pero ansiosa de encontrarse con él, como lo manifiesta su disposición a supe¬rar todos los obstáculos.
El primer obstáculo es la gente y la casa en donde está Jesús, que representan a la «Casa de Israel»: hasta ahora, para encontrarse con el Dios verdadero, era necesario entrar a formar parte de Israel, aceptar sus costumbres y su religión, sus tradiciones y su forma de relacionarse con Dios.
¿Y la gente?, preguntémonos, hoy quienes serían: habrían necesitados, creyentes verdaderos, curiosos, otros que van por criticar, los indiferentes, esta multitud, obstaculiza el ingreso de los nuevos, de los que buscan al Señor, tal vez. Los que están cansados de sufrir, los que han perdido toda esperanza, los marginados, criticados, los que son objetos de burlas, los no tenidos en cuenta, los que han buscado la felicidad donde no debían y ahora buscan a Jesús, hacen lo que sea para llegar a su lado, estos serán los que perseveran, los que no temen anunciarlo, los que desean vivir su Palabra., los que entusiasman y vigorizan nuestras comunidades, la savia nueva. Esa savia que a veces a nuestras comunidades molesta, porque las sacude, vienen con un entusiasmo que algunos han perdido, son comedidos, entusiastas, y por ello muchas veces son mirados con desconfianzas, creen que les vienen a quitar lo que consideran suyo, en vez de alegrarse con la venida de los nuevos, muchas veces se les cierra la puerta, no caigamos en este error, y pecado de no amar, alegrémonos, y hagamos que se sientan como en su casa
Y si todos se quedaron atónitos, pues nunca habían visto algo igual, cabe preguntarse si algunos quedaron atónitos ante la curación de la enfermedad, y otros, mirando más en lo profundo, quedaron atónitos y admirados ante la gratuidad y cercanía del perdón de Dios.Tal vez no podamos hacer milagros. Pero podemos realizar el milagro de la ayuda desinteresada, como la de los camilleros de hoy (que hicieron posible el milagro de Jesús), y el otro milagro, a veces tan difícil, del verdadero perdón
Debemos dar gracias por la oportunidad que nos da el Señor de ayudar a nuestros hermanos necesitados, los que pone en nuestro camino, para nuestra salvación, siempre debemos estar dispuesto a ayudar, y sobre todo ver en cada hermano el rostro amoroso de nuestro Señor. No temamos antes la adversidad, recordemos la confianza y creatividad de estos camilleros, que aunque se les cerraban las puertas, igual siguieron adelante, con fe, persistentemente, que el Espíritu Santo, les de la fortaleza necesaria , para vivir y anunciar el Evangelio

domingo, 12 de febrero de 2012

LA FE DEL LEPROSO
En el caso de los leprosos, estaba prescrito por la Ley de Moisés que éstos tenían que vivir fuera de los pueblos y ciudades, y si se acercaban a un lugar habitado o se cruzaban con alguien en el camino, estaban obligados a gritar manifestando su condición de impuros para evitar que alguien se les acercase: «El que haya sido declarado enfermo de lepra, andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: «¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la lepra, seguirá impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento» . Además, según la mentalidad de la época, cualquier sufrimiento, cualquier enfermedad que pudiera padecer una persona, se consideraba un castigo de Dios por el pecado. De la precaución higiénica o médica se había pasado a la marginación social justificada con argumentos religiosos. Con ello, los que estaban sanos no sólo se podían desentender tranquilamente de los enfermos, sino que también podían presumir de buenos


El leproso del evangelio, al acercarse a Jesús, está ya vio¬lando la ley (no tenía derecho a relacionarse con los demás, ni siquiera para buscar su salud). Pero es que Jesús, permitién¬dole acercarse a él y tocándolo, también viola la ley, según la cual, en ese mismo instante, Jesús queda contaminado de impureza. Pero lo que sucede es exactamente lo contrario de lo que decía la ley: el leproso queda limpio, queda puro, queda curado de su enfermedad. El amor de Jesús, su interés por la felicidad de sus semejantes, libró de la enfermedad y de la marginación al leproso. La vida venció a la ley y Jesús le quitó a la enfermedad su sentido de castigo divino. Y, además, el gesto de Jesús se convierte en denuncia de una religión que ni sirve para poner a los hombres bien con Dios ni ayuda a los hombres a relacionarse armónicamente entre ellos, sino que es causa de la marginación y el abandono de los que más necesitados están de solidaridad y de ternura, y que, para colmo, echa la culpa a Dios de tal marginación.

Se le acercó un leproso, se puso de rodillas y le suplicó con estas palabras:

-Si quieres, puedes limpiarme.
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
Quiero, queda limpio.
Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Me asombra la actitud y la fe de este hombre, que marginado por el poder religioso, debía vivir como un animal, alejado de todo lo suyo, tal vez de su familia, de sus padres, de su casa, sus amigos, en una palabra en lo político, cultural, social y familiar, no le quedaba nada, y sin embargo no reniega de Dios, de ese Dios que le dicen es quien lo castiga, él no se da por vencido, desea recuperar su vida, por eso cree, confía, en el Señor, a quien reconoce como Hijo de Dios, al arrodillarse ante Él, que fe, que ejemplo, para nosotros y nuestras comunidades, que muchas veces se conforman con ir a Misa los Domingos que está muy bien, pero la Iglesia espera más de cada uno, hay mucho por hacer en el Reino de Dios, todos somos llamados a la Viña del Señor, es el momento de responder a ese llamado con prontitud, para ello nuestra prioridad debe ser Jesús.
Que el Señor les aumente la fe, para que como el leproso, puedan, reconocer en Jesús el Salvador, el mesías, el Hijo de Dios. FELIZ DOMINGO


miércoles, 1 de febrero de 2012

PRESENTACION DEL SEÑOR EN EL TEMPLO


La Celebración de la Presentación del Señor en el Templo, o fiesta de la Candelaria, tiene en el calendario litúrgico una fecha fija , el 2 de febrero. Esta costumbre tiene su origen en la celebración litúrgica de la fiesta de la purificación y la presentación del Niño Dios al templo.
En su comienzo, alrededor del siglo VII, era una fiesta netamente Mariana, luego del Concilio Vat. II, se centra en Jesús, en la Presentación en el Templo, las figuras de los dos ancianos: Simeón y Ana, inspirados por el E.S. reconocen en el niño al Salvador del mundo, la Luz de las naciones, y la procesión con las candelas significan que realmente Jesús es Luz del mundo
En tiempo de Jesús, la ley prescribía en el Levítico que toda mujer debía presentarse en el templo para purificarse a los cuarenta días que hubiese dado a luz. Si el hijo nacido era varón, debía ser circuncidado a los ocho días y la madre debería permanecer en su casa durante treinta y tres días más, purificándose a través del recogimiento y la oración.
Llegado el momento, María y José, llevan su ofrenda y al niño, como lo exigía la ley de Moisés.
El Evangelio narra que Simeón y Ana dos personas piadosas que dedicaban su vida al Templo, iluminados por el E. S. , reconocen en Jesús al salvador del mundo y así lo manifiesta Simeón en su plegaria a Dios:
Lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: "Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según me lo habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel"
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma.

Amado Señor,

Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.

Inunda mi alma de espíritu y vida.

Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.

Brilla a través de mí, y mora en mi de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.

Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.

Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.

La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí; serás Tu, quien ilumine a los demás a través de mí.

Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.

Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.