En el Evangelio de este Domingo, Tercero del Tiempo Ordinario, el Señor vuelve a su tierra (Nazaret), precedido de la fama adquirida por los milagros hechos en otros lugares, ahora está junto a sus paisanos, en la Sinagoga, lugar donde se reunían los judíos cada sábado a escuchar la lectura de la Ley y los Profetas y a recitar salmos y oraciones. Y cuando llega a Nazaret, su pueblo, adonde seguramente había llegado la fama de sus predicaciones, lo invitan a hacer y comentar la lectura del día. Le dan un volumen, al terminar de leer afirma que aquellas palabras se están cumpliendo en ese momento, delante de quienes lo están escuchando. Así se declara el Señor, el Mesías, tan largamente esperado «Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír».
Y en el texto de esa Escritura se manifiesta la Misión del Señor.
Jesús leyó aquel día un fragmento del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anun-ciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor»
El pueblo judío, durante muchos años había sufrido a causa de otros pueblos, y esperaba deseoso, que Dios los vengara. En el texto de Isaías dice luego de proclamar el año de gracia del Señor, algo que a los Judíos gustaba mucho. “el día que nuestro Dios nos vengará de nuestros enemigos. Estaba prohibido, quitar o agregar algo a la lectura del día, y el Señor quita el párrafo que habla de venganza, porque el no vino a vengar, sino lo contrario, Él proclama el perdón y el amor, Amar a Dios de todo corazón y al prójimo como a uno mismo: “ amesnen como yo los he amado”
Jesús es el Mesías, el Enviado, el mismo que acababa de leer el pasaje del Profeta Isaías, y les dice: hoy se ha cumplido lo escrito por Isaías. Es como si nos dijera, no sigan esperando, soy yo, para esto he venido, para que se cumpla la Escritura. Su Misión es: devolver la libertad a los que no la tienen porque, de una u otra manera, con cadenas o mediante el miedo, otros se la han arrebatado. El viene a devolver la conciencia a los hombres que, ciegos por cualquier razón, no son capaces de reconocer la imagen y la presencia de Dios en el ser humano, y en ellos mismos. Y acabar con la más cruel de todas las esclavitudes, el miedo a Dios, también es objeto de la acción liberadora del Mesías; a partir de ahora nadie tendrá motivos para temer a Dios, nadie podrá asustar a los hombres en nombre de Dios.
El Señor nos presenta un Padre que nos ama, no es un Padre castigador, no vengativo, es paciente y lento en la cólera, y que hermosa es la imagen de Dios presentada en la Parábola del Hijo Pródigo, ese padre amoroso que mira por la ventana y espera ansioso el regreso de su hijo, Dios espera nuestro regreso, es el momento de la conversión, de acercarnos de corazón abierto, pedirle perdón por nuestros desplantes, egoísmos, por el tiempo que estuvimos alejados de Él.
Nuestro Señor vino al mundo, para anunciarnos todo el amor del Padre, por nosotros, por cada uno, SI DIOS NOS AMA. Que anuncio, más maravilloso, sabernos amados por Dios.
Que el Espíritu del Señor nos libere de nuestras esclavitudes, nuestros miedos y temores, y que cada día busquemos acercarnos más al Señor. QUE SU LUZ BRILLE SOBRE NOSOTROS, QUE NOS BENDIGA Y GUIE EN NUESTRA MISIÓN.
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