domingo, 21 de octubre de 2012

NO AL ABORTO, SI A LA VIDA

La ambición que anida en el corazón del hombre lleva muchas veces a actitudes semejantes: ponerse por encima de los demás, verse superiores a ellos, buscar dominar a otros, etc. Lo vemos tanto en la política, pero se da también en el trabajo o en el hogar, en nuestro trato diario con los demás.
¿Pero es mala la ambición? La ambición, si la entendemos como un fuerte anhelo de grandeza, una aspiración a la gloria, ha sido puesta por Dios mismo en el corazón humano, a fin de que aspire a alcanzar las cumbres más elevadas, a fin de que aspire incluso a querer “ser como Dios” y a realizar así su vocación a la participación de la misma naturaleza divina Pero por el pecado esa ambición se orienta a satisfacer el propio egoísmo en una lucha despiadada con los demás para obtener los primeros puestos y buscar en ellos el poder y la vanagloria. y es ahí donde el pecado entra en el alma del mundo
Por eso la pregunta que surge de Jesús es la de un corazón Misericordioso, atento a los otros, ¿qué quieren que haga por ustedes? Brota de aquella mirada que logra captar con el corazón nuestras debilidades y flaquezas nuestras enfermedades y amenazas, nuestros dolores y sufrimientos tanto morales, materiales como físicos. La pregunta los hace sentir aceptados, acogidos y abrazados por Jesús, es él que sale a nuestro encuentro disponiéndose a escucharnos, colocándose de nuestra parte. Hace suyo aquello que sentimos, es una pregunta que desnuda con suavidad el corazón humano, nos lleva a abrirnos desde lo que somos y tenemos desde nuestra realidad que nos agobia y oprime. Su actitud nos lleva a ser capaces de responderle con sinceridad de corazón.
El Señor no se escandaliza ni rechaza la ambición que muestran sus Apóstoles, incluso se podría decir que cuenta con ella. ¿No los ha elegido, conociéndolos de antemano? ¿No ha elegido hombres ambiciosos para llevar a cabo una misión de alcances insospechados? ¿No necesita el Señor de hombres que ambicionen la gloria, para conquistar el mundo entero? Por ello el Señor no recrimina a sus Apóstoles por su ambición ni les pide que la sofoquen; al contrario, los estimula a ser los primeros, a ser grandes, pero les muestra el camino que deben seguir: «el que quiera ser grande, que se haga el servidor de todos; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos» Y tú, ¿quieres ser grande de verdad? ¿Quieres la auténtica gloria para ti, aquella que responderá a los anhelos de grandeza que palpitan fuertes en tu corazón? El Señor Jesús, con su propia vida, te muestra el camino: que tu ambición, el deseo de ser de los primeros, de alcanzar honor y gloria, te lleve no a servirte de los demás, a pisotearlos para ejercer sobre ellos un dominio despótico, a aprovecharte de sus debilidades, a manipularlos para tus fines, sino a servirlos, a hacer de tu propia vida un don para los demás, para que ellos crezcan humana y espiritualmente. Así experimentarás un gozo profundo en esta vida y participarás de la misma gloria del Señor, una gloria que no es vana y pasajera, sino que será eterna.
Que el Señor te Bendiga, para que como católico no te quedes callado, ni escondas la cabeza como el avestruz, ante, este homicidio atroz, que tristemente e impunemente, nuestro gobierno acaba de aprobar.