viernes, 1 de julio de 2016


Adoración al Santísimo
Sacramento del Altar


Santísimo Sacramento
  HOY PRIMER VIERNES DE MES HORA 15:00 ADORACION DEL SANTISIMO. PARA IR HACIENDO BOCA

Rostro de Nuestro SeñorEterno Padre, yo te agradezco porque Tu infinito Amor me ha salvado, aún contra mi propia voluntad. Gracias, Padre mío, por Tu inmensa paciencia que me ha esperado. Gracias, Dios mío, por Tu inconmensurable compasión que tuvo piedad de mí. La única recompensa que puedo darte en retribución de todo lo que me has dado es mi debilidad, mi dolor y mi miseria.
Estoy delante Tuyo, Espíritu de Amor, que eres fuego inextinguible y quiero permanecer en tu adorable presencia, quiero reparar mis culpas, renovarme en el fervor de mi consagración y entregarte mi homenaje de alabanza y adoración.
Jesús bendito, estoy frente a Ti y quiero arrancar a Tu Divino Corazón innumerables gracias para mí y para todas las almas, para la Santa Iglesia, tus sacerdotes y religiosos. Permite, oh Jesús, que estas horas sean verdaderamente horas de intimidad, horas de amor en las cuales me sea dado recibir todas las gracias que Tu Corazón divino me tiene reservadas.
Virgen María, Madre de Dios y Madre mía, me uno a Ti y te suplico me hagas partícipe de los sentimientos de Tu Corazón Inmaculado.
¡Dios mío! Yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de todos los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores.

miércoles, 29 de junio de 2016

SAN PEDRO Y SAN PABLO
A través del Nuevo Testamento podemos conocer la vida de estos dos santos, columnas de la Iglesia universal.
SAN PEDRO, LA "PIEDRA" SOBRE LA QUE CRISTO FUNDÓ SU IGLESIA
Los Evangelios nos cuentan que Pedro era de Betsaida, casado, pescador de profesión, seguidor de Juan el Bautista junto con su hermano San Andrés, quien le presentó a Jesús. Su nombre de nacimiento era Simón, pero el Señor, durante el primer encuentro, se lo cambiaría por Cefas, (Kephas; Arameo Kipha, roca), que es traducido como Pedro (Latín, Petrus).
Luego de ese encuentro inicial, Pedro y otros discípulos permanecieron con Jesús por algún tiempo, acompañándolo a Galilea, Judea y Jerusalén, para volver por Samaría a Galilea (Juan, II-IV). Al regreso de este viaje, Pedro retomó su tarea de pescador para,  pronto, abandonarla definitivamente y seguir a Cristo. "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres", les dijo el Señor y desde entonces Pedro permaneció junto al “Maestro” .
En todo el Evangelio el apóstol Pedro siempre se destaca como el primero entre los demás apóstoles. Cristo acentuó la precedencia de Pedro entre los Doce cuando, en uno de sus viajes, les preguntó:
"Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Respondieron ellos: Unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros, en fin, Jeremías, o uno de los profetas. Díceles Jesús: Y vosotros ¿quién decís que soy yo?. Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo o Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado eso la carne y sangre u hombre alguno, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia,  y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será desatado en los cielos.” (Mateo, XVI, 13-19).
Con estas palabras Pedro fue instalado por Cristo como Cabeza de los Apóstol.
Cuando se apareció junto al Lago de Genesaret, Cristo renovó la misión especial de Pedro de alimentar y defender a su rebaño, después que Pedro hubo afirmado por tres veces su amor especial por su Maestro (Juan,XXI,15-17).
Después de la Ascensión, Pedro es constantemente reconocido  como cabeza de la comunidad Cristiana en Jerusalén. Él toma la iniciativa en la designación de Matías para  que sustituyera a Judas (Hechos, I, 15-26).
Y luego de la venida del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés, Pedro imparte, a la cabeza de los Apóstoles, el primer sermón público para proclamar la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Luego de este acontecimiento Pedro dedicó su vida a llevar la palabra de Cristo por todo el Medio Oriente hasta que sus pasos lo llevaron a la Ciudad Eterna: Roma.
En esta ciudad trabajó durante la última etapa de su vida; y en esa ciudad sufrió el martirio, después de haber estado encerrado en la cárcel Mamertina, durante el reinado de Nerón.
Tertuliano, quien murió cerca del año 225, dice que el Apóstol fue crucificado. Y por su parte, Eusebio nos cuenta que, “por expreso deseo del anciano Pedro, la cruz fue colocada cabeza abajo”.

SAN PABLO, EL "INSTRUMENTO ELEGIDO" PARA LLEVAR EL EVANGELIO A LOS GENTILES
San Pablo nació en Tarso, en Cilicia (Hechos, XXI, 39), en el seno de una familia muy ligada a las tradiciones y observancias farisea. Dado que pertenecía a la tribu de Benjamín, se le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que era común en esta tribu en memoria del primer rey de los judíos. (Fil., III, 5). En tanto que ciudadano romano también llevaba el nombre latino de Pablo (Paulo). Para los judíos de aquel tiempo era bastante usual tener dos nombres, uno hebreo y otro latino o griego entre los que existía a menudo una cierta consonancia. Fue natural que, al inaugurar su apostolado entre los gentiles, Pablo usara su nombre romano.
Puesto que todo judío que se respetase había de enseñar a su hijo un oficio, el joven Saulo aprendió a hacer tiendas de lona (Hechos, XVIII, 3) o más bien a hacer la lona de las tiendas. Era aún muy joven cuando fue enviado a Jerusalén para recibir una buena educación en la escuela de Gamaliel (Hechos, XXII, 3). La primera vez que aparece en la Hechos de las Apóstoles es durante el martirio de Esteban, como el joven que cuidaba las ropas mientras los otros lo apedreaban.
Poco después de este echo, Pablo emprendió un viaje a la ciudad de Damasco, para continuar con la persecución contra los cristianos. En el camino experimentó la revelación que iba a transformar su vida. Jesucristo se le apareció y tirándolo por suelo le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?. Y el respondió: ¿Quién eres tu Señor? Y el Señor le dijo: Yo soy Jesús a quien tu persigues(...) El entonces, temblando y despavorido, dijo: Señor, ¿qué quieres que haga?.  Y el Señor le respondió: Levántate y entra en la ciudad, donde se te dirá lo que tienes que hacer” (hechos IX, 4-9). Jesús le pidió un profundo acto de humildad y  Pablo, ciego obedeció al Señor .
 Después de su curación y bautismo San Pablo aceptó la misión de predicar el Evangelio de Cristo. Pero, antes de iniciar su apostolado, se apartó del mundo durante tres años, para meditar y orar.
Desde entonces se llamará con el nombre romano: Pablo.  Su predicación, escritos y fundaciones de iglesias; sus largos y múltiples viajes por tierra y mar, tan repletos de aventuras, pueden ser seguidos por cualquiera que lea cuidadosamente las cartas del Nuevo Testamento. Él mismo nos dice que fue apedreado, azotado, y su barco destruido tres veces, pasó hambre y sed, noches sin descanso, peligros y dificultades.
Aparentemente la apelación de Pablo fue escuchada y el apóstol recuperó su libertad y se dirigió a Macedonia. Volviendo a Roma, fue una vez más arrestado.
Después de dos años de permanecer encarcelado sufrió el martirio al mismo tiempo que el Apóstol Pedro. San Pablo, por ser un ciudadano romano, no fue crucificado sino degollado.

La Tradición dice que el “Apóstol de los Gentiles” sufrió su condena en un punto de la Vía Ostiense llamado Aquae Salviae, cerca del sitio donde hoy se levanta la basílica de San Pablo Extramuros y donde se venera la tumba del Apóstol.

lunes, 11 de abril de 2016


RESUCITO Realmente RESUCITO. Yo no dudo, creo en la Palabra, y la Palabra dice que realmente Resucito. lo que me preocupa, es la cantidad de Católicos, que viven la Resurrección, con tibieza, o al preguntarles contestan con timidez, hay que gritar con fuerza, que nuestra voz retumbe. Para proclamar que el Señor Resucito, debemos sentirlo y vivirlo en nuestro corazón, y de ahí, expresarlo con la voz. Comparto capitulo 15 de I de Corintios, para meditar, por favor leanla despacio, saboren cada letra, es un hermoso mensaje.
1º Carta a los Corintios, 15
1.Quiero recordarles, hermanos, la Buena Nueva que les anuncié. Ustedes la recibieron y perseveran en ella,
2.y por ella se salvarán si la guardan tal como yo se la anuncié, a no ser que hayan creído cosas que no son.
3.En primer lugar les he transmitido esto, tal como yo mismo lo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras;
4.que fue sepultado; que resucitó al tercer día, también según las Escrituras;
5.que se apareció a Pedro y luego a los Doce.
6.Después se dejó ver por más de quinientos hermanos juntos, algunos de los cuales ya han entrado en el descanso, pero la mayoría vive todavía.
7.Después se le apareció a Santiago, y seguidamente a todos los apóstoles.
8.Y se me apareció también a mí, iba a decir al aborto, el último de todos.
9.Porque yo soy el último de los apóstoles y ni siquiera merezco ser llamado apóstol, pues perseguí a la Iglesia de Dios.
10.Sin embargo, por la gracia de Dios soy lo que soy y el favor que me hizo no fue en vano; he trabajado más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.
11.Pues bien, esto es lo que predicamos tanto ellos como yo, y esto es lo que han creído.
12.Ahora bien, si proclamamos un Mesías resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos ahí que no hay resurrección de los muertos?
13.Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.
14.Y si Cristo no resucitó, nuestra predicación no tiene contenido, como tampoco la fe de ustedes.
15.Con eso pasamos a ser falsos testigos de Dios, pues afirmamos que Dios resucitó a Cristo, siendo así que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan.
16.Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo pudo resucitar.
17.Y si Cristo no resucitó, de nada les sirve su fe: ustedes siguen en sus pecados.
18.Y, para decirlo sin rodeos, los que se durmieron en Cristo están totalmente perdidos.
19.Si nuestra esperanza en Cristo se termina con la vida presente, somos los más infelices de todos los hombres.
20.Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, siendo él primero y primicia de los que se durmieron.
21.Un hombre trajo la muerte, y un hombre también trae la resurrección de los muertos.
22.Todos mueren por estar incluidos en Adán, y todos también recibirán la vida en Cristo.
23.Pero se respeta el lugar de cada uno: Cristo es primero, y más tarde le tocará a los suyos, cuando Cristo nos visite.
24.Luego llegará el fin. Cristo entregará a Dios Padre el Reino después de haber desarmado todas las estructuras, autoridades y fuerzas del universo.
25.Está dicho que debe ejercer el poder hasta que haya puesto a todos sus enemigos bajo sus pies,
26.y el último de los enemigos sometidos será la muerte.
27.Dios pondrá todas las cosas bajo sus pies. Todo le será sometido; pero es evidente que se excluye a Aquel que le somete el universo.
28.Y cuando el universo le quede sometido, el Hijo se someterá a Aquel que le sometió todas las cosas, para que en adelante, Dios sea todo en todos.
29.Pero, díganme, ¿qué buscan esos que se hacen bautizar por los muertos? Si los muertos de ningún modo pueden resucitar, ¿de qué sirve ese bautismo por ellos?
30.Y nosotros mismos, ¿para qué arriesgamos continuamente la vida?
31.Sí, hermanos, porque todos los días estoy muriendo, se lo juro por ustedes mismos que son mi gloria en Cristo Jesús nuestro Señor.
32.Si no hay más que esta existencia, ¿de qué me sirve haber luchado contra leones en Efeso, ? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos.
33.No se dejen engañar: las doctrinas malas corrompen las buenas conductas.

domingo, 10 de abril de 2016

TERCER DOMINGO DE PASCUAJesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del lago Tiberíades. Sucedió así: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de Jesús. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos contestaron: “Nosotros también vamos contigo”. Fueron, pues, y subieron a una barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les preguntó: “Muchachos: ¿No tienen pescado?” Ellos le contestaron: “No”. Jesús les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca, y pescarán”. Así lo hicieron, y no podían sacarla por los muchos pescados que tenía.
Entonces el discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro: “¡Es el Señor!” Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a cien metros escasos de la orilla. Al bajar a tierra, encontraron un fuego encendido, con un pescado encima, y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes pescados, ciento cincuenta y tres; y aunque eran tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a desayunarse”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. Luego Jesús se acercó, tomo en sus manos el pan y se lo dio a ellos, y lo mismo hizo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.
Terminado el desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan: ¿me amas más que estos?” Pedro le contestó: “Sí Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Cuida de mis corderos”. Volvió a preguntarle: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Cuida de mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: ¿Simón, hijo de Juan, me quieres? Pedro, triste porque le había preguntado por tercera vez si lo quería, le contestó: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Cuida de mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, te vestías para ir a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá, y te llevará a donde no quieras ir”. Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro iba a morir y a glorificar con su muerte a Dios. Después le dijo: “¡Sígueme!” 
Reflexionemos sobre este relato, y como es nuestra fe, para un seguidor de Jesús, su resurrección debe ser el alimento de esta fe, , es nuestra esperanza, nuestro consuelo, muchas veces en esta vida, de odios, violencias, persecuciones, discriminaciones, pero la Resurrección del Señor, nos fortalece, Jesús debe resucitar en nuestro corazón para proclamarlo desde ahí, a nuestros hermanos.
La experiencia pascual de la presencia de Jesús resucitado fue un amanecer de esperanza para sus primeros discípulos, que habían quedado sumidos en la oscuridad del pesimismo luego de los sucesos de la pasión y muerte de su Maestro. Los pescadores habían vuelto a sus labores cotidianas, y después de una noche de no pescar nada, tienen una experiencia que les devuelve el optimismo: Jesús se les manifiesta, ya no en la misma forma de su vida terrena, sino con una presencia espiritual que inicialmente no son capaces de reconocerlo (no sabían que era él) Ninguno se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor
Reconocer que Jesús resucitado es el Señor, es proclamar que en Él se realiza plenamente el Reino de Dios, es decir el poder del Amor que hace posible la realización de un mundo nuevo en el que imperen la justicia y la paz. Él se nos presenta de muchas formas a través de los acontecimientos cotidianos y extraordinarios de nuestra vida, y por eso es preciso que nos mantengamos atentos para poder reconocerlo y dejar que sea Él verdaderamente el “Señor” de nuestras vidas, a partir de nuestra disposición sincera a cumplir su voluntad que es voluntad de justicia, de amor y de paz.
La triple pregunta del resucitado a Simón Pedro, nos muestra la misericordia de Jesús que le ofrece al discípulo que lo había negado tres veces durante el proceso de su pasión, la oportunidad de reivindicarse. Tres veces a su vez le responde Pedro, empleando precisamente el título Señor, como para que no quede duda del sentido de esta renovación que se opera en su vida. Ya Jesús le había perdonado, cuando, después de la triple negación en la noche anterior a su muerte en la cruz, se había arrepentido de su infidelidad. Ahora le ofrece la oportunidad de expresar públicamente su confesión de amor, ante la comunidad de los discípulos.
También el Señor nos ofrece siempre, a cada un@  , la oportunidad de reconciliarnos con Él cuando lo hemos negado con nuestros pensamientos, palabras, acciones y omisiones. Como lo hizo con Simón Pedro, también a cada cual le pregunta interiormente, llamándolo por su nombre: ¿me amas? En esta Año Santo de la Misericordia, escuchemos atentos la voz del Señor que nos invita misericordiosamente a reconocerlo como nuestro Señor, confiemos en su misericordia infinita y dispongámonos a vivir cada vez más en coherencia con este reconocimiento.