SAN PEDRO Y SAN PABLO
A través del Nuevo Testamento podemos conocer la vida de estos dos santos,
columnas de la Iglesia universal.
SAN PEDRO, LA "PIEDRA" SOBRE LA QUE CRISTO FUNDÓ SU IGLESIA
Los Evangelios nos cuentan que Pedro era de Betsaida, casado, pescador de
profesión, seguidor de Juan el Bautista junto con su hermano San Andrés, quien
le presentó a Jesús. Su nombre de nacimiento era Simón, pero el Señor, durante
el primer encuentro, se lo cambiaría por Cefas, (Kephas; Arameo Kipha, roca),
que es traducido como Pedro (Latín, Petrus).
Luego de ese encuentro inicial, Pedro y otros discípulos permanecieron con
Jesús por algún tiempo, acompañándolo a Galilea, Judea y Jerusalén, para volver
por Samaría a Galilea (Juan, II-IV). Al regreso de este viaje, Pedro retomó su
tarea de pescador para, pronto, abandonarla definitivamente y seguir a
Cristo. "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres", les dijo el
Señor y desde entonces Pedro permaneció junto al “Maestro” .
En todo el Evangelio el apóstol Pedro siempre se destaca como el primero
entre los demás apóstoles. Cristo acentuó la precedencia de Pedro entre los
Doce cuando, en uno de sus viajes, les preguntó:
"Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Respondieron
ellos: Unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros, en fin, Jeremías, o
uno de los profetas. Díceles Jesús: Y vosotros ¿quién decís que soy yo?.
Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo o Mesías, el Hijo de
Dios vivo. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres Simón, hijo de
Jonás, porque no te ha revelado eso la carne y sangre u hombre alguno, sino mi
Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y todo lo que
atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que
desatares sobre la tierra, será desatado en los cielos.” (Mateo, XVI, 13-19).
Con estas palabras Pedro fue instalado por Cristo como Cabeza de los
Apóstol.
Cuando se apareció junto al Lago de Genesaret, Cristo renovó la misión
especial de Pedro de alimentar y defender a su rebaño, después que Pedro hubo
afirmado por tres veces su amor especial por su Maestro (Juan,XXI,15-17).
Después de la Ascensión, Pedro es constantemente reconocido como
cabeza de la comunidad Cristiana en Jerusalén. Él toma la iniciativa en la
designación de Matías para que sustituyera a Judas (Hechos, I, 15-26).
Y luego de la venida del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés, Pedro
imparte, a la cabeza de los Apóstoles, el primer sermón público para proclamar
la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Luego de este acontecimiento Pedro dedicó su vida a llevar la palabra de
Cristo por todo el Medio Oriente hasta que sus pasos lo llevaron a la Ciudad
Eterna: Roma.
En esta ciudad trabajó durante la última etapa de su vida; y en esa ciudad
sufrió el martirio, después de haber estado encerrado en la cárcel Mamertina,
durante el reinado de Nerón.
Tertuliano, quien murió cerca del año 225, dice que el Apóstol fue
crucificado. Y por su parte, Eusebio nos cuenta que, “por expreso deseo del
anciano Pedro, la cruz fue colocada cabeza abajo”.
SAN PABLO, EL "INSTRUMENTO ELEGIDO" PARA LLEVAR EL EVANGELIO A
LOS GENTILES
San Pablo nació en Tarso, en Cilicia (Hechos, XXI, 39), en el seno de una
familia muy ligada a las tradiciones y observancias farisea. Dado que
pertenecía a la tribu de Benjamín, se le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que
era común en esta tribu en memoria del primer rey de los judíos. (Fil., III,
5). En tanto que ciudadano romano también llevaba el nombre latino de Pablo
(Paulo). Para los judíos de aquel tiempo era bastante usual tener dos nombres,
uno hebreo y otro latino o griego entre los que existía a menudo una cierta
consonancia. Fue natural que, al inaugurar su apostolado entre los gentiles,
Pablo usara su nombre romano.
Puesto que todo judío que se respetase había de enseñar a su hijo un
oficio, el joven Saulo aprendió a hacer tiendas de lona (Hechos, XVIII, 3) o
más bien a hacer la lona de las tiendas. Era aún muy joven cuando fue enviado a
Jerusalén para recibir una buena educación en la escuela de Gamaliel (Hechos,
XXII, 3). La primera vez que aparece en la Hechos de las Apóstoles es durante
el martirio de Esteban, como el joven que cuidaba las ropas mientras los otros
lo apedreaban.
Poco después de este echo, Pablo emprendió un viaje a la ciudad de Damasco,
para continuar con la persecución contra los cristianos. En el camino
experimentó la revelación que iba a transformar su vida. Jesucristo se le
apareció y tirándolo por suelo le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?. Y el respondió: ¿Quién eres tu Señor? Y el Señor le dijo: Yo soy
Jesús a quien tu persigues(...) El entonces, temblando y despavorido, dijo:
Señor, ¿qué quieres que haga?. Y el Señor le respondió: Levántate y entra
en la ciudad, donde se te dirá lo que tienes que hacer” (hechos IX, 4-9). Jesús
le pidió un profundo acto de humildad y Pablo, ciego obedeció al Señor .
Después de su curación y bautismo San Pablo aceptó la misión de
predicar el Evangelio de Cristo. Pero, antes de iniciar su apostolado, se
apartó del mundo durante tres años, para meditar y orar.
Desde entonces se llamará con el nombre romano: Pablo. Su
predicación, escritos y fundaciones de iglesias; sus largos y múltiples viajes
por tierra y mar, tan repletos de aventuras, pueden ser seguidos por cualquiera
que lea cuidadosamente las cartas del Nuevo Testamento. Él mismo nos dice que
fue apedreado, azotado, y su barco destruido tres veces, pasó hambre y sed,
noches sin descanso, peligros y dificultades.
Aparentemente la apelación de Pablo fue escuchada y el apóstol recuperó su
libertad y se dirigió a Macedonia. Volviendo a Roma, fue una vez más arrestado.
Después de dos años de permanecer encarcelado sufrió el martirio al mismo
tiempo que el Apóstol Pedro. San Pablo, por ser un ciudadano romano, no fue
crucificado sino degollado.
La Tradición dice que el “Apóstol de los Gentiles” sufrió su condena en un
punto de la Vía Ostiense llamado Aquae Salviae, cerca del sitio donde hoy se
levanta la basílica de San Pablo Extramuros y donde se venera la tumba del
Apóstol.
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