domingo, 27 de febrero de 2011

Este viernes y sábado, en la Casa de Retiro Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, sr reunió el Plenario del Departamento de Pastoral Social, con Delegados Diocesanos de 8 Diocesis, el tema central tratado fue la elaboración de dos documentos con el resultado de las Encuentas a las Comunidades Rurales, para ser entregado a la  CEU ( Conferencia Episcopal del Uruguay), y el otro como devolución a las Comunidades encuestas y a las Diocesis que lo deseen, todo esto enmarcado en el Cincuentenario de la Carta Pastoral de Monseñor Parteli sobre los problemas sociales del agro. El viernes se dedicó a leer en un clima de Oración dicha carta, fue algo muy hermoso y emotivo, luego se trató sobre el Documento a devolver a las Comunidades Rurales. El sábado se dedicó al estudio del borrador del Documento que va a ser presentado a los Obispos, fueron instancias muy participativas, con trabajos en grupos y puestas en común.
Se vió la Carta desde su publicación hasta ahora con luces y sombras . ¿cuál era la realidad antes y cual ahora. Y cuales son las interrogantes que nos surgen a partir de todo esto?
Creo que se deberia dar una gran difusión a esta carta, se van a imprimir varios ejemplares para entregar a las Diocesis que lo soliciten y tambien a los medios de Comunicación y autoridades departamentales
LLAMADO A LA POBREZA


¿Qué significa ser pobre? O elegir ser pobre. No se trata de escoger la miseria como medio de agradar a Dios? La pobreza no es una virtud. Se trata fundamentalmente de renunciar a la riqueza y a la posibilidad de enriquecimiento individual. Se trata de sustituir la ambición egoísta que este mundo inculca en nosotros por la práctica del compartir, como expresión del amor de hermanos, propio de los seguidores de Jesús. Se trata de poner nuestra confianza en el proyecto de Dios y no en los falsos valores de este mundo. Se trata de elegir, vivir de acuerdo al Plan de Amor que El Señor quiere para nosotros, o vivir de acuerdo al plan del mundo que ofrece una felicidad efímera, es ser egoísta, no compartir, vivir centrado en si mismo, y para si mismo Sí. Se trata de elegir quién es nuestro Dios, en quién descansa nuestra seguridad, en quién depositamos nuestra confianza.

La advertencia del Señor: «No podéis servir a Dios y al dinero», tiene un significado claro: ponerse al servicio del dinero equivale a dar culto a un dios falso, es una idolatría. Y, por tanto, es incompatible con el auténtico culto al verdadero Dios: «Nadie puede estar al servicio de dos amos, porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro».

Pero el dinero, todos lo sabemos, es necesario incluso para hacer el bien. ¿Tendremos que convertirnos los cristianos en mendigos y conformarnos con lo estrictamente necesario para sobrevivir? ¿Tendremos que renunciar a la realización de cualquier proyecto que exija una importante cantidad de dinero?.Creo que el asunto planteado, es cuando el dineo nos esclaviza, que vivimos pendientes de él, y lo usamos egoístamente, pero cuando usamos también el dinero, para ayudar a los demás, para construir hogares que saquen a los jóvenes de la droga, o para ayudarlos a que estudien, para dar una mejor vejez a los ancianos, para tantas cosas altruistas. Dios es nuestro Padre; nuestra vida está en sus manos y sabemos que él nos quiere. Debemos, pues, confiar de verdad en Dios, en nuestro Padre-Dios. Él cuida de nosotros, él se preocupa de nosotros y procurará que no nos falte lo necesario para nuestra supervivencia. Ni la comida ni el vestido nos habrán de faltar. Él nos lo garantiza.

. Nuestros problemas y nuestras necesidades se resolverán, con la ayuda de Dios, si nos ponemos, manos a la obra, a buscar que reine su justicia; esto es: si dedicamos todos nuestros esfuerzos a conseguir que se haga . Por eso le doy tanta importancia a la Comunidad, una Comunidad, fuerte, pujante, abierta, solidaria, una Comunidad que conoce la realidad de su gente y no se queda de brazos cruzados.

Jesús pone ante los ojos de los discípulos dos testimonios de la generosidad del Padre con sus criaturas .Si el Padre se ocupa tan eficazmente de seres que valen mucho menos que el hombre, cuánto más se ocupará de los que han renunciado a toda otra seguridad.

El Señor nos llama a tomar conciencia, de que es lo que realmente importa, que no nos dejemos llevar, ni esclavizar por lo material, que no gastemos nuestra vida acumulando cosas materiales, el tesoro esta en el Reino, y cuando llegue nuestro momento de rendir cuentas, lo que realmente tendrá valor, será el amor que hayamos sido capaces de dar a los demás, y las obras de caridad, todo lo que hagamos por el Reino
Los que se ocupan de lo material, desconocen el Amor, Gracia y misericordia de Dios La primera preocupación de los discípulos debe ser que sea realidad la justicia del reino.


QUERIDOS HERMANOS FELIZ DIA DEL SEÑOR

Y RECUERDA JESUS TE AMA


sábado, 19 de febrero de 2011


Tenemos que ser Santos



Las lecturas de hoy nos hablan de la santidad. Es más, el evangelio termina con una invitación a ser “perfectos”. A eso estamos llamados todos los que queremos seguir las huellas de Jesús. Tenemos que ser perfectos. Pero la gran pregunta es: ¿qué significa ser perfectos? ¿En qué consiste la perfección?

Pablo en la segunda lectura viene a plantear la misma cuestión pero desde otro punto de vista. En realidad Pablo nos dice que los cristianos ya somos perfectos. Por la sencilla razón de que ya somos “templo de Dios” y el Espíritu de Dios “habita en nosotros”. Lo que nos corresponde es comportarnos como debemos: no según la sabiduría de este mundo sino según la sabiduría de Dios.

¿Qué piensa Jesús? En él Evangelio encontramos lo que para Jesús es ser perfecto. Lo que debe ser la forma de comportarse de los que ya somos templo de Dios. Y Jesús, como siempre, nos sorprende. De nuevo, como el domingo pasado, se vuelve hacia las relaciones interpersonales y ve ahí lo más importante para el cristiano.

Pero hoy da un paso más. No basta con buscar la justicia, el tanto por tanto, el ojo por ojo, el favor por favor. Todo eso es lo que Pablo llamaría la sabiduría de este mundo que no es más que necedad ante Dios. Jesús pide a los que le escuchan que den un paso más. Se trata de “no hacer frente al que nos agravia”. Así de sencillo y así de complicado. Se trata de rehuir a toda costa el conflicto. Parece que no hay ningún honor que defender. Frente al hermano lo más importante es cuidar la buena relación. La fraternidad se establece como el más importante de los valores. Es el centro, la piedra angular, de la vida del seguidor de Jesús. Por ello es también un llamado a la no violencia, si no contestamos a la violencia, la estamos deteniendo.

Ni “ojo por ojo” no “aborrecer al enemigo”. Precisamente hay que hacer lo contrario: amar a los enemigos, a los que no están de acuerdo con nosotros, a los que nos llevan la contra, a los que nos ofenden

Ser santos al estilo de Jesús . Amar , perdonar y servir Porque ahí, en esas actitudes, en esa forma de comportarnos frente al prójimo, sea familiar, vecino, compañero de trabajo, conocido, o desconocido, sea quien sea, saber ver en él el rostro de Jesús y amarlo como a Jesús, ahí es donde se juega la posibilidad de ser perfectos. O dicho en un lenguaje más actual: de ser santos.

Estamos, pues, llamados a ser santos. Todos los cristianos. No sólo los Diáconos, Sacerdotes u Obispos. No sólo las religiosas o religiosos. Todos estamos llamados a la santidad como nos recordó a todos los católicos el concilio Vaticano II (Lumen Gentium, 11). Pero la santidad del cristiano no consiste en hacer muchas penitencias ni mortificaciones. Tampoco estriba en dedicar la vida a la oración y a la meditación. Ser santos es amar y amar hasta el extremo. Es amar a los enemigos. Ponernos en los zapatos del otro. Es renunciar a lo que podría ser justo según este mundo para optar por la fraternidad a cualquier precio. Hasta el precio de pagar con la propia vida. Exactamente igual que hizo Jesús. Porque ser cristiano católico no es más que seguir el camino del Maestro.

FELIZ DIA DEL SEÑOR

sábado, 12 de febrero de 2011

VIVIR NUESTRA VIDA Y SERVIR AL SEÑOR


Desde que Jesús se encontró con Zaqueo y le dijo aquello de “¡Baja del árbol!”, los cristianos nos hemos dado cuenta de que lo nuestro no son los éxtasis místicos a dos metros sobre el nivel del suelo sino estar con los pies bien pegados a la tierra. No ha sido ni es fácil convencerse de ello. A nosotros nos gusta mirar al cielo. Y a los discípulos también les gustaba. No en vano tuvieron que aparecer aquellos ángeles poco después de la ascensión de Jesús para decirles “¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?”

En esta tierra es donde sucede la vida en todas sus dimensiones. En esta tierra es donde disfrutamos la vida que nos ha regalado Dios. En esta tierra es también donde la vida se niega y se destruye, donde no se respeta la libertad de los hijos de Dios y se pisotea su dignidad. En esta tierra es donde se vive –o no– día a día la fraternidad que es el Reino que anunció Jesús. En esta tierra es donde vivimos comprometidos con los hermanos y hermanas en la creación de los cielos nuevos y la tierra nueva, que son obra de Dios pero fruto de nuestras manos en esa maravillosa interacción de la gracia de Dios con el compromiso y esfuerzo humano.
Por eso la predicación de Jesús tiene un toque horizontal. Él también da normas como buen maestro que era. Pero sus normas no se orientan primariamente a estar a bien con Dios. No determina ni las oraciones ni el tiempo que hay que dedicar a rezar. No dice que haya que ir al templo de Jerusalén ni a la sinagoga. Pero tiene clarísimo que no ha venido a abolir la ley sino a darla plenitud. Y para ello nos da un pescozón y nos invita a mirar a ras de tierra.
Lo importante en el reino de los cielos es querer de verdad a los hermanos. No se trata sólo de no matar físicamente. Se trata de no matar de ninguna manera. Porque llamar “imbécil” al hermano –al que es hijo o hija de Dios como yo– es una forma de matar, de negarle su dignidad. Se trata de no matar con el corazón. Se trata de amar y de no odiar. Hasta tal punto la norma es importante que la reconciliación es prioritaria sobre la ofrenda que se va a poner en el altar. Poner la ofrenda sin haberse reconciliado antes es inútil. Que los hijos se den la mano y hagan las paces, es posiblemente la mejor ofrenda que puede recibir Dios.
Lo mismo se puede decir de las otras normas que da Jesús. El adulterio no se produce sólo cuando se tienen relaciones sexuales. El adulterio nace en el corazón de la persona que se deja llevar por el deseo sin respetar la dignidad ni la posición de la otra persona. Tampoco basta con tener el papel que dice que legalmente ha habido un divorcio. Hay que ver las razones escondidas en el corazón de las personas que han llevado a esa situación. Y hay que tener cuidado en usar el nombre de Dios para justificar nuestros actos y nuestros intereses egoístas. A las personas honestas y honradas les basta con un “sí” o un “no”.
Como dice la primera lectura, es de prudencia cumplir la voluntad de Dios. Sobre todo, porque Dios no nos pide nada que nos saque de nuestra realidad. Su sabiduría es tan inmensa que nos sitúa en nuestro lugar y ahí nos pide que seamos y nos comportemos como lo que ya somos: hijos e hijas de Dios y, por tanto, hermanos. Esa es la verdadera sabiduría. No la que se presenta con palabras oscuras que nadie entiende sino la que habla un lenguaje sencillo, lleno de sentido común, directo. Y nos dice lo que, a veces, no queremos escuchar por demasiado obvio. Algo así como: “está muy bien que reces mucho pero donde se juega la partida es en la relación con tus familiares, con tus hijos, con tu esposa, con tus amigos, en el trabajo, con los vecinos...”
Quizá nos gustaría más que Jesús nos invitase a entrar en meditación continua, a retirarnos del mundo para entregarnos a la oración en el silencio de una iglesia. Pero Jesús nos llama, por el contrario, a poner los pies en el suelo, a reconocer que no basta con cumplir la letra de la ley sino a cumplirla de corazón. En otras palabras que amar es preocuparnos de verdad por el bien de los que nos rodean. Sin caer en distingos legales. Sin poner excusas.
Cuentan de aquel santo eremita que iba a misa un domingo al pueblo más cercano y que por el camino se encontró con un campesino al que se le había atascado el carro en el barro del camino. Se paró a ayudarle. Se ensució con el barro. Y llegó tarde a misa. ¿Cometió pecado? ¿No fue más verdadera la eucaristía que celebró ayudando a su hermano a salir del barro del camino? Así, a ras de tierra, nos quiere Dios para construir con su gracia el Reino.