jueves, 7 de marzo de 2013
Luego del milagro de la multiplicación de los panes, la gente quedó admirada y buscaba al Señor para hacerlo Rey, pero no porque creyeran en El , sino por conveniencia, por eso cuando lo encuentran el Señor les hace ver, la gran diferencia y les dice:” no trabajen por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y les da vida eterna, esa es la comida que les dará el Hijo del Hombre, porque Dios su Padre ha puesto el sello en ÉL”
Ellos se interesan y desean saber que deben hacer. Creer en el que Dios ha enviado. Le piden una señal, como si todo lo que habían visto y oído no les alcanzara. El Señor les recuerda lo que Dios hizo con su pueblo por el desierto, como lo alimento, pero les dice que El es el verdadero Pan de Vida, que el que coma de ese Pan no tendrá más hambre, y de vuelta a lo mismo (tendremos pan sin trabajar), no habían entendido nada, por eso cuando insiste que ÉL es el Pan de Vida, y que deben comer de ese Pan y beber de esa Sangre, se escandalizan y empiezan a abandonarlo. Después de haberlo oído, muchos de sus discípulos dijeron:
" “Dura es esta doctrina: ¿Quién puede escucharla?". Jesús, conociendo interiormente que sus discípulos murmuraban sobre esto, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Y si vieran al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es el que vivifica; la carne para nada aprovecha. Las palabras que Yo les he dicho, son espíritu y son vida. Pero hay entre ustedes quienes no creen". Jesús, en efecto, sabía desde el principio, quiénes eran los que creían, y quién lo había de entregar. Y agregó: "He ahí por qué les he dicho que ninguno puede venir a Mí, si esto no le es dado por el Padre". Desde aquel momento muchos de sus discípulos volvieron atrás y dejaron de andar con Él. Entonces Jesús dijo a los Doce: "¿Quieren irse también ustedes?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabra de vida eterna. Y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios".
El Señor nos habla de la Eucaristía porque es lo único que necesitamos en el camino de nuestra vida para seguir adelante sin desfallecer, con la Eucaristía viene a satisfacernos nuestras ansias y hambres profundos.
¿A quién recibimos cuando comulgamos? A Dios. Por tanto, Dios nos asimila a Él, dice San Agustín. Y quién comulga en cierto sentido es como Dios, tiene a Dios en el alma.
Los paganos, griegos y romanos, a la hora de sus comidas sacrificiales, colocaban en la mesa, junto a las carnes de los animales sacrificados, las estatuillas de sus dioses patrios, domésticos y nacionales. Estaban convencidos de que así se ganaban a estos invitados de piedra, madera, metal, barro, etc... y estos paganos intimaban y entraban en comunión, en cierto sentido, con la divinidad.
A esto viene la Eucaristía: a lograr la intimidad con Dios, a entrar en comunión profunda con Dios, en diálogo con Él... a llegar a tener el mismo pensar, sentir y querer que Dios, y participar de su vida.
Los primeros cristianos de la Iglesia de Corinto tuvieron el problema de los ídolos o carnes de los animales sacrificados a Venus, a Júpiter, etc... con los que organizaban sus banquetes sacrificiales. San Pablo les dijo: “No comáis, pues los que comen de las víctimas sacrificadas a los ídolos, quedan unidos a ese ídolo” (1 Cor 10). Comerlas era comulgar.
¿Ahora entendemos por qué Jesús viene y nos dice: “El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”? Es decir, el que come el Cuerpo de Cristo se hace uno con Él. Él nos asimila. Ya no somos nosotros por un lado y Cristo por otro. Es Cristo quien vive en nosotros.
“El que come mi Carne y bebe mi Sangre”.
Esto les sonó repugnante a esos judíos de entonces.
Así pensaban: “Esto es criminal”; antes habría que matarle, y de hecho le mataron. Jesús no jugaba a decirlo con metáforas, ni con símbolos: “Es mi Carne, es mi Sangre”.
¡Beber su Sangre! En la sangre estaba la vida; la sangre era la vida, la vida es cosa de Dios. ¡Ni se toca! –dice Génesis 9, 4: “yo os pediré cuenta de la sangre de cada uno de vosotros”.
Jesús les promete la vida, y la vida eterna. ¡Ahí queda eso! Pero la vida es cosa de Dios.
¿Éste se cree Dios? -se dirían- ¿Por quién te tienes?
El que se apropia un atributo de Dios es un blasfemo. Por eso se le sublevaron a Jesús, para que pienses y medites y tenlo por seguro: no comulgamos al Jesús físico, de carne y hueso, de 1.82 , como mide en la Sábana Santa y quizá de 80 kilogramos de peso. No. Comulgamos al Jesús Resucitado y Glorioso, que misteriosamente ha querido esconderse en esas especies de pan y de vino... y ya no es pan, sino su Cuerpo; y ya no es vino, sino su Sangre.
Su presencia en las especies de pan y vino es real, pero no física sino mística, es decir, auténtica pero misteriosa, que es mucho más.
Comulgar, pues, no es ingerir unos miligramos de harina con unas gotas de vino. Nada de poderes mágicos.
Sin fe, la comunión no es nada. Con fe, la comunión es intimar con el Hijo de Dios. Intimar es identificarse el hombre con la vida y la muerte y la eternidad y la gloria del Hijo de Dios. Y entonces, identificarse es integrarse el hombre en Dios y, mediante la gracia, Dios en el hombre. ¡Qué gran misterio!
Hermanos, pidamos a Cristo que nos aumente la fe en la Eucaristía para que no nos escandalicemos como los primeros que oyeron a Jesús. Pidamos a Jesús que nos aumente la Fe, para que valoremos la Eucaristía, como el sacramento más admirable que tenemos los cristianos, y no nos pase lo que a algunos cristianos, que les da igual venir o no venir a Misa; comulgar o no comulgar. Comulgar digna o indignamente.
Todas las ansias de felicidad, de eternidad, de protección divina, de vivir en Dios y para Dios... de vivir como Dios... todas estas ansias vienen colmadas en la Eucaristía, en la comunión donde Dios entra en nosotros y nosotros en Él, y los dos somos una sola cosa... asimilándonos Él a nosotros. ¡Que gran misterio!
Creo, Señor, pero aumenta mi fe.
Creo, Señor pero quiero creer con más firmeza.
Creo, Señor, pero cura mi incredulidad. Amén
Noto con dolor, como para muchos “católicos”, la Comunión es algo ritual, no le dan la gran importancia que tiene, e incluso no están preparados para lo que van a recibir, ese gran tesoro, porque realmente Comulgar es eso; un tesoro que se nos da, realmente recibir al Señor, hacernos uno con Él, pero de corazón, nuestra existencia se vuelve Cristo céntrica.
Hermanos, que esta Cuaresma, nos haga tomar conciencia de las cosas de Dios, respetarlas y honrarlas, todo por Amor y sobre todo Amar a Dios y al prójimo, al más necesitado, que el SEÑOR LOS BENDIGA Y BENDIGA A SUS FAMILIAS
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