miércoles, 29 de junio de 2016

SAN PEDRO Y SAN PABLO
A través del Nuevo Testamento podemos conocer la vida de estos dos santos, columnas de la Iglesia universal.
SAN PEDRO, LA "PIEDRA" SOBRE LA QUE CRISTO FUNDÓ SU IGLESIA
Los Evangelios nos cuentan que Pedro era de Betsaida, casado, pescador de profesión, seguidor de Juan el Bautista junto con su hermano San Andrés, quien le presentó a Jesús. Su nombre de nacimiento era Simón, pero el Señor, durante el primer encuentro, se lo cambiaría por Cefas, (Kephas; Arameo Kipha, roca), que es traducido como Pedro (Latín, Petrus).
Luego de ese encuentro inicial, Pedro y otros discípulos permanecieron con Jesús por algún tiempo, acompañándolo a Galilea, Judea y Jerusalén, para volver por Samaría a Galilea (Juan, II-IV). Al regreso de este viaje, Pedro retomó su tarea de pescador para,  pronto, abandonarla definitivamente y seguir a Cristo. "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres", les dijo el Señor y desde entonces Pedro permaneció junto al “Maestro” .
En todo el Evangelio el apóstol Pedro siempre se destaca como el primero entre los demás apóstoles. Cristo acentuó la precedencia de Pedro entre los Doce cuando, en uno de sus viajes, les preguntó:
"Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Respondieron ellos: Unos, que Juan el Bautista, otros, que Elías, otros, en fin, Jeremías, o uno de los profetas. Díceles Jesús: Y vosotros ¿quién decís que soy yo?. Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo o Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Jesús, respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado eso la carne y sangre u hombre alguno, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia,  y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra, será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra, será desatado en los cielos.” (Mateo, XVI, 13-19).
Con estas palabras Pedro fue instalado por Cristo como Cabeza de los Apóstol.
Cuando se apareció junto al Lago de Genesaret, Cristo renovó la misión especial de Pedro de alimentar y defender a su rebaño, después que Pedro hubo afirmado por tres veces su amor especial por su Maestro (Juan,XXI,15-17).
Después de la Ascensión, Pedro es constantemente reconocido  como cabeza de la comunidad Cristiana en Jerusalén. Él toma la iniciativa en la designación de Matías para  que sustituyera a Judas (Hechos, I, 15-26).
Y luego de la venida del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés, Pedro imparte, a la cabeza de los Apóstoles, el primer sermón público para proclamar la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Luego de este acontecimiento Pedro dedicó su vida a llevar la palabra de Cristo por todo el Medio Oriente hasta que sus pasos lo llevaron a la Ciudad Eterna: Roma.
En esta ciudad trabajó durante la última etapa de su vida; y en esa ciudad sufrió el martirio, después de haber estado encerrado en la cárcel Mamertina, durante el reinado de Nerón.
Tertuliano, quien murió cerca del año 225, dice que el Apóstol fue crucificado. Y por su parte, Eusebio nos cuenta que, “por expreso deseo del anciano Pedro, la cruz fue colocada cabeza abajo”.

SAN PABLO, EL "INSTRUMENTO ELEGIDO" PARA LLEVAR EL EVANGELIO A LOS GENTILES
San Pablo nació en Tarso, en Cilicia (Hechos, XXI, 39), en el seno de una familia muy ligada a las tradiciones y observancias farisea. Dado que pertenecía a la tribu de Benjamín, se le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que era común en esta tribu en memoria del primer rey de los judíos. (Fil., III, 5). En tanto que ciudadano romano también llevaba el nombre latino de Pablo (Paulo). Para los judíos de aquel tiempo era bastante usual tener dos nombres, uno hebreo y otro latino o griego entre los que existía a menudo una cierta consonancia. Fue natural que, al inaugurar su apostolado entre los gentiles, Pablo usara su nombre romano.
Puesto que todo judío que se respetase había de enseñar a su hijo un oficio, el joven Saulo aprendió a hacer tiendas de lona (Hechos, XVIII, 3) o más bien a hacer la lona de las tiendas. Era aún muy joven cuando fue enviado a Jerusalén para recibir una buena educación en la escuela de Gamaliel (Hechos, XXII, 3). La primera vez que aparece en la Hechos de las Apóstoles es durante el martirio de Esteban, como el joven que cuidaba las ropas mientras los otros lo apedreaban.
Poco después de este echo, Pablo emprendió un viaje a la ciudad de Damasco, para continuar con la persecución contra los cristianos. En el camino experimentó la revelación que iba a transformar su vida. Jesucristo se le apareció y tirándolo por suelo le preguntó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?. Y el respondió: ¿Quién eres tu Señor? Y el Señor le dijo: Yo soy Jesús a quien tu persigues(...) El entonces, temblando y despavorido, dijo: Señor, ¿qué quieres que haga?.  Y el Señor le respondió: Levántate y entra en la ciudad, donde se te dirá lo que tienes que hacer” (hechos IX, 4-9). Jesús le pidió un profundo acto de humildad y  Pablo, ciego obedeció al Señor .
 Después de su curación y bautismo San Pablo aceptó la misión de predicar el Evangelio de Cristo. Pero, antes de iniciar su apostolado, se apartó del mundo durante tres años, para meditar y orar.
Desde entonces se llamará con el nombre romano: Pablo.  Su predicación, escritos y fundaciones de iglesias; sus largos y múltiples viajes por tierra y mar, tan repletos de aventuras, pueden ser seguidos por cualquiera que lea cuidadosamente las cartas del Nuevo Testamento. Él mismo nos dice que fue apedreado, azotado, y su barco destruido tres veces, pasó hambre y sed, noches sin descanso, peligros y dificultades.
Aparentemente la apelación de Pablo fue escuchada y el apóstol recuperó su libertad y se dirigió a Macedonia. Volviendo a Roma, fue una vez más arrestado.
Después de dos años de permanecer encarcelado sufrió el martirio al mismo tiempo que el Apóstol Pedro. San Pablo, por ser un ciudadano romano, no fue crucificado sino degollado.

La Tradición dice que el “Apóstol de los Gentiles” sufrió su condena en un punto de la Vía Ostiense llamado Aquae Salviae, cerca del sitio donde hoy se levanta la basílica de San Pablo Extramuros y donde se venera la tumba del Apóstol.