viernes, 15 de julio de 2011

LA PARABOLA DE LA BUENA SEMILLA Y DE LA CIZAÑA
Nuestras Comunidades no van a estar fuera del mundo; los problemas, las contradicciones, las servidumbres de la sociedad humana le afectarán, porque será parte de ella. Por eso no se podrá evitar que las malas hierbas, sembradas por quienes siguen oponiéndose a un mundo de hermanos, aparezcan en la parte de tierra en la que se intenta dar el fruto propio de quienes han optado por el reino de Dios. La mala hierba acompañará durante mucho tiempo al buen trigo; y si se intenta arrancar -a aquélla, se pondrá en peligro también éste. Primero porque, durante todo el período de su crecimiento, el trigo y la cizaña pueden confundirse: sólo se puede decir que la hierba es definitivamente mala si, cuando llega la hora de la madurez, se agosta sin dar fruto. Y en segundo lugar, porque no nos corresponde a nosotros decidir qué se debe hacer con la hierba mala.
Con esta parábola Jesús previene a sus discípulos para que eviten un excesivo celo, para que no tengan demasiada prisa en condenar a «los malos», para que no pretendan convertirse en jueces de sus semejantes. Lamentablemente, no todos los que se llamen católicos seremos  coherentes y fieles a nuestros compromisos. Será necesaria una labor de discernimiento; a veces no habrá más remedio que denunciar o poner fin a determinados comportamientos claramente contrarios al evangelio. Pero sin mandar a nadie a la hoguera, sin negar a nadie su oportunidad. Porque, además, la hierba de la que aquí se trata, el ser humano, puede cambiar, dejar de ser hierba mala y convertirse en buena.
Creo, que está en nosotros, que con paciencia vayamos abonando la tierra de los “malos”, para que empiecen a cambiar, no dejarlos solos, acompañarlos, llevarles la Palabra, el Amor de Jesús, ser pacientes, porque nuestros tiempos no son todos iguales.
No olvidemos que el Señor vino a los pecadores, a ellos les muestra el Reino y los invita a convertirse, a creer en El y a seguirlo, para ello es necesario morir a lo viejo y nacer a lo nuevo .Conocer a Jesús, su Palabra. Alimentarnos de ella.
El evangelio no se puede imponer por la fuerza; el mensaje de La comunidad cristiana debe influir en la transformación de la sociedad humana con su vida: viviendo en medio de la sociedad humana y mostrando que es posible una manera alternativa de vivir, de tal modo que quienes, en contacto con la comunidad o con alguno de sus miembros, vayan conociendo este estilo de vida se convenzan de que esa manera de vivir es lo que realmente interesa a los hombres; y, poco a poco, pero constantemente, vaya aumentando el número de quienes adoptan el modelo de vida y de convivencia que propone Jesús.

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