martes, 19 de abril de 2011


MARTE SANTO


El Señor disipa con su Luz, las tinieblas de la noche Gestos que vemos en el Evangelio de hoy: el Amor de Jesús y la traición de Judas. “Era de noche”. Las horas del día significan en el Evangelio de Juan estados del espíritu, momentos teológicos. Para Jesús, para los discípulos, para el mundo “era de noche”. Las fuerzas del mal se ciernen en torno a Jesús y su grupo. Pero la causa de la noche más profunda en el ánimo de Jesús es que “uno de los suyos” lo va a entregar. La sorpresa y la perplejidad de los discípulos no son comparables con la conmoción profunda del Maestro. ¿Qué se siente cuando tu amigo, el que ha compartido contigo grandes momentos, de alegría y de dificultad, al que has confiado tu corazón, te traiciona? Judas no es un advenedizo. El mismo Jesús lo había elegido, fue uno de aquellos a los que “quiso para estar con Él y enviarlo a predicar”, haciéndolo partícipe de su poder benéfico. Hasta el final Jesús mantiene la esperanza y le dirige un gesto amistoso cargado de afecto profundo al darle el pan untado. Era de noche cuando Judas salió del cenáculo. Era de noche en el espíritu de Jesús porque su amigo Judas se alejaba de Él. Una situación así era casi imposible de comprender. El mal había hecho blanco en el círculo de los más íntimos. Incluso el corazón generoso de Pedro será presa del pánico, hasta la negación obstinada de su amistad con el Señor.

Y, en medio de la noche, Jesús nos sorprende hablando de “glorificación”. La oscuridad reinante no puede destruir la luz; el mal con todo el absurdo que comporta no puede disolver el sentido que, de momento, sin embargo, los discípulos no aciertan a comprender. puede ser que en parte también para Jesús. Pero Jesús, pese a su profunda conmoción, se sobrepone y ve la luz en la oscuridad, rememora la elección y la llamada: “el Señor me llamó”, “pronunció mi nombre”, “tú eres mi hijo amado”; se sabe en manos de su Padre y se confía a Él. Sentimos la opresión de la noche porque tenemos conciencia de que existe la luz. Jesús mismo es la luz que ha venido a las tinieblas de nuestro mundo y de nuestra historia, que de tantas formas nos envuelven a cada uno. Dios no nos las ahorra, sino que nos visita en ellas. Jesús es la luz de las naciones, aunque es de noche, nos trae la luz de la salvación precisamente porque es de noche
Que el Señor perdone nuestras traiciones, nos aparte de nuestras noches, su Luz nos ilumine, para que también nosotros seamos luz para otros. Que su Amor esté siempre con nosotros

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