domingo, 17 de junio de 2012




































NUESTRO SEÑOR HABLA EN PARABOLAS
Nuestro Señor Se vale de parábolas para enseñar al pueblo. La parábola es una semejanza inspirada en los acontecimientos cotidianos conocidos para mostrarnos la relación con algo desconocido. Las parábolas son metáforas o episodios de la vida, que ilustran verdades morales o espirituales. Jesús ha usado con frecuencia este género literario para explicar el misterio del Reino de Dios y de su Persona. Son discursos cifrados que deben ser aclarados desde la fe.

El fin primario de las parábolas usadas por El Señor, nuestro Maestro es estimular el pensamiento, provocar la reflexión y conducir a la escucha y a la conversión. Para poder comprender las parábolas es imprescindible la fe en quien la escucha; solamente de este modo puede descubrirse el misterio del Reino de Dios, que es enigma indescifrable para los que no aceptan el evangelio.
La gran virtud de las parábolas es la de superar los obstáculos más obvios e inmediatos del entendimiento. Una parábola es un arco que se eleva por el aire y cae justo en su objetivo, evadiendo los obstáculos, enfocándose a su meta. Las parábolas de Jesús tienen un efecto similar. Frente a las interpretaciones oscuras y cargadas de sanciones con las que los maestros de la ley solían responder a sus interlocutores, las palabras de Jesús se imponen con una claridad demoledora.
Jesús es el Maestro que ama, conoce a su gente, se ocupa de ellos, su deseo es que crean y comprendan su Palabra, ya que esto es fundamental para luego vivirla y anunciarla.
La primera parábola habla de la fuerza interna de la semilla, que opera prácticamente sin que el campesino se percate. Si la semilla encuentra las condiciones favorables, florecerá. La labor del campesino se limita a preparar el terreno para que ofrezca esas condiciones que hacen posible el cultivo; a los cuidados indispensables para que la semilla germine y se fortalezca, y a la acción oportuna para cosechar los frutos. De manera semejante opera la acción del cristiano, favoreciendo la implantación de la semilla del Reino.
Jesús es el sembrador de la “semilla”, que es la Palabra, la condición de la tierra, si es fértil, o no, nos corresponde a nosotros a la disposición y empeño que pongamos, nosotros preparamos la tierra, cuando visitamos a la gente para llevar la Palabra, cuando invitamos a vivir en Comunidad, a que se alimenten de la Eucaristía, que reciban el Cuerpo de Cristo
La segunda parábola del grano de mostaza, la semilla más pequeña, responde a los que tienen dudas sobre la misión de Cristo o su esperanza frustrada. Los comienzos insignificantes pueden tener un resultado final de proporciones grandiosas. Ya san Ambrosio dijo que Jesús, muerto y resucitado, es como el grano de mostaza. Su reino está destinado a abarcar a la humanidad entera, sin que esto signifique triunfalismo eclesial.
Las dos parábolas de este domingo son un himno a la paciencia evangélica, a la esperanza serena y confiada. El fundamento de la esperanza cristiana, virtud activa, es que Dios cumple sus promesas y no abandona su proyecto de salvación. Incluso cuando parece que calla y está ausente, Dios actúa y se hace presente, siempre de una manera misteriosa, como le es propio. Aunque el hombre siembre muchas veces entre lágrimas, cosechará entre cantares.
La semilla de la Palabra de Dios plantada en mi da fruto?. ¿Conozco, vivo y anuncio la Palabra? Ese es uno de los frutos que El Señor espera, y lo hace con paciencia.
Soy un árbol frondoso, que sirve a los demás, o solo uno raquítico
Me preocupa la causa del Reino, pongo mis energías en ella.
QUE EL SEÑOR LOS BENDIGA Y QUE TENGAN UN BONITO DOMINGO.
RECUERDA: JESUS TE AMA Y TE ESTA ESPERANDO, NO RETARDES MAS EL ENCUENTRO

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