miércoles, 4 de agosto de 2010

                                            Controversia fe y razón


La controversia entre la fe y la razón no ha sido pacífica a través de los tiempos. La búsqueda del hombre por el sentido de la existencia ha generado desde tiempos inmemoriales ,respuestas alternativas a las creencias religiosas como hizo, por ejemplo, Aristóteles. Esa alternativa es mejor conocida como filosofía y, en su camino legítimo de buscar respuestas, ha cuestionado en muchas ocasiones los dogmas de fe, primero de las antiguas religiones politeístas como los dioses del panteón griego y después los grandes sistemas religiosos que persisten en la actualidad.
La intensa actividad de la filosofía y el paulatino desarrollo de la ciencia, ha hecho que muchos sistemas religiosos se vean obligados a responder las inquietudes naturales del hombre frente a lo que cree. ¿Existe Dios? Si existe ¿Dónde está? ¿Cómo es? ¿Qué hay después de la muerte? son preguntas comunes a la filosofía y la teología y ambas buscan respuestas que sean convincentes a la mente racional del hombre.
Para nosotros los católicos estas interrogantes tienen su repuesta: creemos en Dios por el Testimonio que Nuestro Señor dio a los Apóstoles y que recogen los evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan)
Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los Apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, dejándoles su cargo en el magisterio
En efecto, la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos
Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo es llamada la Tradición ,en cuanto distinta de la Sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree: Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora
Así, la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia: Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo
Para el catolicismo, la fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida.
La Biblia define expresamente la fe en la Carta a los Hebreos: «La fe es certeza de lo que se espera; la convicción de lo que no se ve» (Heb 11:1).
La fe teológica es una virtud sobrenatural por la cual creemos es verdadero lo que Dios ha Revelado, no por la verdad intrínseca de las cosas a la luz natural de la razón, sino por la autoridad de Dios que las revela, y que la Iglesia propone. Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios’ Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. ‘El justo vivirá por la fe’ . La fe viva ‘actúa por la caridad’
El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella. Pero, "la fe sin obras está muerta" (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente al fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.
El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: ‘Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia. El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: ‘Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos’ (Mt 10, 32-33).
Espero que estas palabras nos hagan meditar, sobre nuestra fe, nuestro compromiso como Bautizado,como servidores, como evangelizadores, como misioneros. Y ese SI que le demos a Cristo sea el trampolín para la vida eterna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario