jueves, 29 de julio de 2010

CUANDO LA PALABRA NOS CUESTIONA

Con motivo de preparar la Homilía para este Domingo, les dejo esta meditación .
Los que hoy buscan tener más no hacen otra cosa que dejarse llevar por ese antiguo deseo de sentirse seguros, que siempre a dominado al hombre a través de la historia. Un buen coche, una buena casa, las mejores ropas... todo eso significa básicamente una buena posición en la sociedad, donde uno es respetado, donde sus derechos se defienden más fácilmente. Ya no nos mostramos como somos realmente, adoptamos “mascaras” , patrones de comportamientos, que nos han ido mostrando que con ellos somos más aceptados, más reconocidos, a los ojos del mundo, pero no de Nuestro Señor Jesucristo. Jesús quiere que seamos felices verdaderamente, pero mientras busquemos el poder y tengamos al dinero como nuestra primera prioridad, eso nos aleja del Señor, “no se puede servir a dos amos a la vez”, el tener mucho dinero, el vivir para acumular bienes, nos acarrea preocupaciones (como guardarlo, como hacer para que produzca aún más), por que nuestra codicia nos lleva a que nunca estemos conformes con lo que tenemos, no nos permite centrarnos en la Palabra, vivir la Palabra, anunciar la Palabra
Claro que dejarse llevar por ese deseo supone renunciar a otras cosas. Posiblemente a demasiadas cosas. Algunos no se dan cuenta de lo pesadas que pueden ser esas renuncias hasta que se encuentran que, rodeados de las mejores y más caras cosas de este mundo, siguen estando solos. Peor. Están más solos que nunca. Otro sí se dan cuenta y paran a tiempo la carrera para no renunciar a otros bienes que también son muy necesarios como las relaciones humanas, la familia, la amistad, la solidaridad, pero sobre todo el amor, ese amor que no se compra con dinero.
Nos tenemos que guardar de la codicia pero no porque lo material sea malo en sí mismo. Sino porque lo material se puede interponer entre nosotros y los hermanos necesitados. Debemos tener muy presente que no hay nada más espiritual que el pan que satisface el hambre de mi hermano. Los que amasan riquezas solamente para sí son verdaderos necios que se pierden lo mejor de la vida. Y se pierden ellos.
También es una realidad que muchos hermanos y hermanas viven preocupados por lo material, pero con toda razón, viven la incertidumbre de la desocupación, o de trabajos mal remunerados, sin saber mañana si tendrán el pan para sus hijos, cruda realidad que golpea hoy a muchísima personas en el mundo.
No confundamos las cosas, no se trata de estar contra el confort, ni de buscar una seguridad económica, el desear mejorar, vivir mejor está bien, lo que está mal es cuando somos esclavos del dinero, cuando no sabemos cuando parar y sobre todo cuando no compartimos, parte de los dones que Dios nos ha dado, cuando lo disfrutamos, creyendo que es un don nuestro y no una Gracia de Dios. Tengan la seguridad hermanos , que el mundo sería otro si supiéramos compartir, si fuéramos más generosos.

JESÚS ES DULZURA Y AMOR
(SAN AGUSTÍN)
¡Oh Salvador mío, fuente inagotable de dulzura y de bondad! No piense yo más que en Vos. Cuando al mismo tiempo que a Vos se ama cualquiera otra cosa, ya no se os ama, ¡oh Dios mío!, con verdadero amor. ¡ Oh amor lleno de dulzura, dulzura llena de amor, amor exento de penas y seguido de infinidad de placeres; amor tan puro y tan sincero que subsiste en todos los siglos; amor cuyo ardor no hay cosa que pueda apagar ni entibiar! ¡ Jesús, mi adorable Salvador, cuyas bondades, cuyas dulzuras son incomparables, caridad tan perfecta como que sois nada menos que mi Dios! Véame yo abrasado en vuestras divinas llamas, de suerte que no sienta ya más que aquellos torrentes de dulzuras, de placeres, de delicias y de alegría, pero de una alegría enteramente justa, enteramente casta, pura, santa y seguida de aquella perfecta paz que solamente en Vos se encuentra. Sea yo abrasado en las llamas de aquel amor, ¡oh Dios mío!, con todo el afecto de mi corazón y de mi alma. No quiero, bien mío, no quiero en lo sucesivo más amor que el vuestro. Amén.

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