miércoles, 4 de mayo de 2011

EL CAMINO A EMAUS, NUESTRO PROPIO CAMINO


El camino de ida hacía Emaús es expresión del sinsentido, de la desesperanza, de que lo único que queda es esperar que venga otro que nos haga vibrar; es la desolación, la tristeza. Muchas veces este camino de ida a Emaús puede ser un reflejo de la propia vida. De nuestra propia vida. Aún no es tarde, aún hay tiempo, abramos nuestro corazón a Jesús, a El , que es Camino, Verdad y Vida.
Con Jesús la desilusión se convierte en ilusión, jubilo, ganas de vivir.
Pero en este camino, el Maestro se hace el encontradizo con el ser humano. Y el Maestro enseña, explica la Escritura, con una pedagogía que hace salir a la luz la verdad del propio hombre, la verdad de su vida, en la que muchas veces se queda, como los caminantes a Emaús, parado y entristecido. El Señor nunca nos abandona, siempre ha estado en nuestra vida, aún en los momentos más difíciles, no lo dejemos que siga de largo, invitemoslo a que se quede con nosotrosEl encuentro con Jesús, el Maestro, el Cristo, es inesperado y sorprendente. Él puede hacer el ademán de querer seguir caminando sin nosotros, en muchas ocasiones puede parecer que nos deja solos. Pero es nuestra insistencia la que hará que se quede, porque Él quiere quedarse, pero no a costa de nuestra libertad.
“Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado”.
Y Jesús, el Maestro, el Señor, se queda. Todavía no lo hemos reconocido, aún no sabemos que es Él, nos queda un paso más. Y ese paso se da en la mesa, en la comida, en la intimidad: el Desconocido parte el pan.
Y se abren los ojos y le reconocemos. Pero la alegría no puede quedarse en la intimidad, en la casa. Al igual que los de Emaús, hemos de levantarnos al momento, aunque sea de noche, a comunicar a los demás la alegría del encuentro porque nuestro corazón ardía cuando en el camino el Maestro nos explicaba la Escritura y le reconocimos en la fracción del pan.
El Domingo de Resurrección, cantamos. Resucitó, Resucitó, lo proclamaba nuestra boca, pero con eso no basta, hay que realmente sentirlo en el corazón, para ello es necesario, que la Palabra, sea nuestro alimento, nuestra necesidad, nuestro consuelo, nuestro refugio. Pero¿ que hacer con esa Palabra, que hacer al reconocer que el Señor Resucitó? Tenemos que perder el miedo o la vergüenza y como los Discípulos de Emaús, Anunciar al Resucitado.
Tú también estas llamado al Reino de Dios, y a ser un Instrumento de su Amor, para llevar la esperanza al necesitado, consuelo al afligido, ánimo al desanimado, compañía al solitario, alegría al triste.

FELIZ PASCUA

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