El Evangelio de este Domingo nos presenta las Bienaventuranzas
La primera bienaventuranza no es, por tanto, una invita¬ción a la resignación. Al contrario, es una llamada, una voca¬ción, a la lucha contra la pobreza de los hombres y de los pueblos.
En efecto: «Dichosos los que eligen ser pobres, porque ésos tienen a Dios por rey», es una invitación a hacerse pobres realmente. Pero no para quedarse en la pobreza, sino para construir un mundo en el que no haya pobres: es una llamada a romper con la ambición y con el deseo de tener cada vez más; es una propuesta de solidaridad -la solidaridad con los más débiles es la expresión social del auténtico amor cristiano- con los pobres.
Dios ama a los pobres. Por eso no quiere pobres; y por eso serán dichosos los que eligen ser pobres para poder dedi¬carse a construir un mundo en el que no haya pobres. Porque en ese mundo Dios será el rey.
Vivimos en un mundo marcado por el consumismo, donde el tener, es lo que define a la persona en muchos casos, parecería que los valores, han quedado atrás, y a esto no escapa, la familia, donde se regatean los momentos para estar juntos, en pos del confort. Padres que no tienen tiempo de disfrutar de sus hijos porque se han convertido en proveedores de la familia, y lo más triste es que la vida no da otra oportunidad, por eso el llamado del Evangelio, a construir un mundo nuevo, desterrando la pobreza, para ello es necesario que los ricos no deseen ser cada día más ricos a costa de los pobres, que cada vez se hacen más pobres, pero sobre todo a los países poderosos, para que empleen su tecnología en pos de la humanidad, para bien de todos y no de unos pocos.
Para ello es importante, cambiar muchas cosas y también nuestra predica, porque muchas veces justificamos la pobreza, diciendo: en el Reino tendrán la felicidad que les ha sido negada en la tierra. Pero no negada por Dios, negada por nosotros, cuando no hacemos nada, cuando nos conformamos, bajamos la cabeza, talvez ocultando nuestra propia vergüenza, por no hacer nada, solo hablar, y a veces es mucho, a nuestro “entender”. Yo creo que hablando no se van a cambiar las cosas, por más que hablemos van a seguir habiendo hermanos hurgadotes, o viviendo en las calles, pero este es un tema que molesta, no gusta, pero es el gran tema de los cristianos. Vivir en un mundo más justo, más solidario, más fraterno, vivir con amor a Dios y al hermano. Y como San Pablo decir: ¡Jesús me amó hasta dar su vida por mí!
Tal vez no tengamos que llegar a esos extremos, pero demos la vida viviendo, amando, sufriendo, acompañando, siendo uña y carne con el prójimo.
Creo y lo digo con todo respecto, que muchas veces se ha equivocado el camino, hemos creído que haciéndonos pobres, hasta llegar a la indigencia, viviendo con los indigentes, nos acercamos a Jesús, y talvez lo que El Señor quiere es que no haya nadie en la indigencia, y no es ir a vivir con ellos , sino sacarlos, pero decirlo, lo reconozco es fácil, el problema es que hacer, que solución puede haber, y sobre todo y es muy importante cambiar la mentalidad de ellos y de nosotros.
También, es importante, referirnos al concepto de pobre, del Evangelio, y lo hemos asociado con lo material, pero hay ricos que son muy generosos, que comparten parte de lo que tienen, que aman al Señor, que son humildes de corazón, y no son esclavos del poder y del tener. El Joven rico del Evangelio, también era humilde de corazón, pero esclavo de lo material y por eso no pudo seguir al Señor
La mayor pobreza que vemos en nuestro tiempo es el ateismo, talvez, rechazando una imagen, prefabricada de un Dios que no lo conforma. El mejor servicio que podemos prestar al hombre de hoy es ampliar su concepto de Dios
QUERIDOS HERMANOS BUEN DOMINGO Y QUE EL SEÑOR LOS BENDIGA.
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